Moraima Secada, inconfundible voz del feeling

En el año 1984 muere la cantante Moraima Secada, “La Mora”, una de las más populares y genuinas intérpretes del movimiento denominado feeling.
Su verdadero nombre era María Micaela Secada Ramos y a los tres años de edad cantó un bolero en la emisora de su ciudad. En 1950 integró la famosa orquesta femenina Anacaona, donde conoció a Omara Portuondo y  dos años después formó parte del famoso cuarteto Las D´Aida, donde permaneció ocho años.
Las noches del 26 y 27 de mayo de 1972, La Mora ofreció su primer recital de 20 canciones en el Teatro Amadeo Roldán. Su segundo recital fue al año siguiente, pero esta vez, no sólo interpretó obras de compositores cubanos, sino también del resto de Latinoamérica. En estos dos recitales, Moraima con su peculiar voz y estilo dramático y a veces patético muy contrario a su personalidad alegre y bromista, conquistó a todos los asistentes al teatro.
Rememorando su etapa como integrante de Las D’ Aida y sin prejuicio por sus condiciones como solistas el trío de Elena, Omara y Moraima se une por el mes de octubre de 1979 y viajan a la Ciudad de México invitadas por el productor mexicano Jorge Saldaña para actuar en el popular programa de televisión Nostalgia, transmitido por el canal 13 recordándolas en sus últimas actuaciones en 1957 en dicha nación.
De regreso a nuestro país Moraima, Elena y Omara ocasionalmente siguieron cantando unidas en algunos programas de televisión. En 1983 cantaron “Amigas”, de Alberto Vera y participaron en el homenaje de este compositor, organizado por la Unión de Escritores y Artistas de Cuba. También actuaron en la Galería de Arte Amelia Peláez, del Parque Lenin.
Su voz quedó registrada en varios discos pequeños y dos largas duración para el sello Areíto donde aparecen sus últimos éxitos, entre ellos la canción “Me niego”, de Tania Castellanos, y los boleros “Depende de ti”, de Chany Chelacy, y “Ese que está allí”, de Juan Arrondo.
La Mora falleció en la Ciudad de La Habana, víctima de una enfermedad hepática. Con su desaparición física no solo dejaría de existir una de las voces más singulares del cancionero popular, sino también su maravillosa chispa humorística y su diálogo con el público, los cuales motivaron en toda su carrera artística una simpatía que estuvo latente hasta el fin de su admirable vida.

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