La familia en la formación de valores en la nueva generación de cubanos

Por Cary Díaz
De las relaciones familiares emanan los patrones de conducta, los valores, las buenas acciones, el amor multiplicado al prójimo y además debe funcionar como la unión más natural y necesaria para el correcto desarrollo de la comunidad.
La familia es la base de la sociedad civil, en ella las personas pueden ser debidamente criadas, educadas y recibir la formación de su carácter que les hará buenos hombres y buenos ciudadanos. Es innegable el protagonismo de la familia en la educación de los hijos, tengamos presente que es el fundamento de toda sociedad bien construida, indispensable para el logro del bien en toda su magnitud.

Le compete a la familia el deber de la educación en un ambiente animado por el amor que favorezca la educación íntegra, personal y social de los hijos. La familia es por tanto, la primera escuela de virtudes humanas sociales.
No olvidemos que la educación es un proceso personalizado, en donde se educa uno a uno a los miembros y no se aplica con rigidez, ellos son los primeros y obligados educadores. Este deber de la educación familiar es tan importante que, cuando falta, difícilmente puede suplirse.
Las exigencias de la vida actual pueden dificultar la colaboración e interacción porque ambos padres trabajan, pero eso no lo hace imposible, es necesario dar orden y prioridad a todas nuestras obligaciones y aprender a vivir con ellas. Es necesario reflexionar que el valor de la familia se basa fundamentalmente en la presencia física, mental y espiritual de las personas en el hogar, por supuesto es insustituible el ejemplo del padre y la madre, la disponibilidad al diálogo y a la convivencia, haciendo un esfuerzo por cultivar los valores en la persona misma, y así estar en condiciones de transmitirlos y enseñarlos.
En un ambiente de alegría toda fatiga y esfuerzo se aligeran, lo que hace ver la responsabilidad no como una carga, sino como una entrega gustosa en beneficio de nuestros seres más queridos y cercanos. Los hijos deben entender que deben ayudar, conversar y compartir tiempo con los demás.
La unión familiar no se plasma en una fotografía, se va tejiendo todos los días con pequeños detalles de cariño y atención, sólo así demostramos un auténtico interés por cada una de las personas que viven con nosotros. Saberse apreciado, respetado y comprendido, favorece la autoestima, mejora la convivencia y fomenta el espíritu de servicio.
Es importante que entendamos que los valores se viven en casa y se transmiten a los demás como una forma natural de vida, es decir, dando ejemplo. Para esto es fundamental la acción de los padres, pero los niños y jóvenes también nos enseñan a ser mejores seres humanos. Compartir en familia nos enriquece, intercambiar, dar posibilidad al diálogo y a la convivencia y a las muestras de cariño, hacen que dejemos atrás las preocupaciones y el egoísmo.
La experiencia sin lugar a dudas es afirmativa, para ello no media la posición económica, pues los valores humanos no se compran, se viven y se otorgan como el regalo más preciado que podemos dar. No existe la familia perfecta, pero sí aquellas que luchan y se esfuerzan por lograrlo.

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