La crianza de los hijos

Idéntico a sus padres... No es una frase difícil de escuchar, ni tampoco de percibir, si la anteceden adjetivos como inteligente, educado o decente, no constituye ningún inconveniente. Si contrario a ello, fueran sus antónimos, sería sin dudas una desagradable y problemática situación.

Mayormente no somos idénticos a nuestros padres, sino que actuamos y comportamos como ellos, por tanto, su deber es educarnos y ofrecernos una crianza correcta, ser un modelo digno a seguir.

Quienes asumen la responsabilidad de convertirse en padres deben conocer que preparar a sus hijos para la vida es una labor difícil, pero necesaria. Inculcar buenos hábitos alimenticios, de estudio o del comportamiento son pasos importantes, pero no suficientes. Prepararlos para su desenvolvimiento positivo en la comunidad y en las relaciones interpersonales son puntos que se relacionan pero que muchas veces obvian los tutores y terminan limitando a los hijos.

Hemos hablado de funciones básicas para cualquier familia, las variaciones vienen dadas por el contexto, indiscutiblemente no se cría de igual manera un niño en América que en Europa y sucede lo mismo dentro de los países. Lo importante es la comprensión hogareña de responsabilidad. Todo lo que el infante aprende no puede ni debe venir solo de la escuela. Es imposible.

La relación entre la casa y el centro de estudios debe mantenerse equilibrada y exige apoyo y continuidad por ambas partes. De este modo, se podría “estandarizar” el comportamiento y ofrecer ciudadanos listos para enfrentar la vida con un enfoque positivo. De estas personas obtendremos buenos resultados y estaríamos construyendo familias, barrios, ciudades y países más prósperos. Es una cadena cuyos eslabones más débiles son los niños, pero si son forjados de la manera correcta, jamás podrán romperse.

Desde este punto de vista, la responsabilidad aumenta. La buena crianza de nuestros hijos no solo constituye un paso firme en la búsqueda de su desarrollo personal, sino que se convierte en el primer paso para la construcción de una sociedad civilizada e inteligente, capaz de vivir en paz.
La meta es difícil, pero jamás inalcanzable, para cambiar el mundo no debemos esperar por nadie, usted y yo deberíamos ser los primeros. Empecemos por la casa y con nuestros hijos.

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